lunes, 3 de enero de 2011

Mi casa es tu casa

Dedicarse al negocio de la restauración no es una decisión sencilla, atender el gusto de la gente es un trabajo que exige mucho. Vigilar detalles, comprar insumos, seleccionar el personal idóneo, confeccionar una carta atractiva, pueden resultar tareas mal resueltas si no se suma un detalle a cada una o como diría un gerente listo: si no se agrega valor. ¿Existe algo más especial, entonces, que visitar un restaurante manejado de forma familiar? Un local donde laboran padres, madres e hijos, desde la preparación y cocción de los platillos hasta la selección del mobiliario. ¿Y si, además, esas madres, padres o hijos abren las puertas de sus casas y las convierten en restaurantes en un acto de gentileza y generosidad? Visitamos tres lugares para disfrutar de  cenas inolvidables, locales donde recibimos un abrazo familiar con sabor a Aruba.





UN VIEJO ANCLADO EN LA ORILLA





“El hombre nunca está perdido en el mar”, se puede leer en el libro “El viejo y el mar” escrito por el norteamericano Ernest Hemingway. Con el mismo nombre, pero en su inglés original, The Old Man and the Sea, funciona en la zona de Savaneta de Aruba un restaurante extraordinario, donde se juntan, una locación hermosa en la propia orilla del mar, una atención dedicada y el cariño de una verdadera madre. Para entrar atravesamos la gran puerta de madera, al hacerlo Paula nos susurró” esta era una casa residencial” Desde ese momento busqué detalles que confirmaran que allí, efectivamente, vivió alguien, lo que encontré fue a una mujer cuyas historias dejaron mi paladar satisfecho de sabores y de historias hermosas. 




“Me gusta la historia del libro “El viejo y el mar” Es una historia de perseverancia. La vida recompensa a quien perseveran”, con esas palabras abrió nuestra charla la propietaria del restaurante. No me quedó más remedio que mirar alrededor: mesas instaladas en la propia orilla de la playa, arena tibia debajo de mis pies, un par de pérgolas “íntimas” con mesas y su muelle mínimo particular cada una, y una brisa marina encantadora, todo con la luna de Aruba como celadora, una recompensa extraordinaria para esta mujer que decidió convertir su vieja casa familiar en un restaurante. Con mucho cuidado en los detalles, esta mujer transformó cuartos, salas, antiguos comedores y los adornó con piezas de su propia inventiva: convirtió botellas en lámparas, pianos en decoración, pintó con sus propias manos platos y menús (cada una de las cartas está coloreada sobre un lienzo por ella misma) Más allá de todos esos detalles, sus palabras son elocuentes, “el único lujo de este sitio está aquí afuera” señalando esa noche arubiana. 




Cuando nos tocó escoger entre las opciones de la carta, con los pescados en rol principal. Para mi, entrada compuesta por ostras (el ligero toque picante merece una mención) y luego como plato principal una pasta acompañada con una salsa hecha utilizando mejillones, almejas y otros moluscos. Cada bocado era acompañado por un comentario acertado de la dueña: como se escogen los platos que se ofrecen a los clientes, la cantidad de parejas que reservan las pérgolas para celebrar peticiones de matrimonio, lunas de miel y aniversarios. El momento del café, fue para la mejor confesión de la noche “A veces, la gente se queda hasta muy tarde, nosotros no podemos decirle a nadie que se vaya porque vamos a cerrar. Cuando eso pasa, le damos la llave y le decimos como cerrar el local y donde dejar la llave” ¿Alguna duda, entonces, que visitar The Old Man and the Sea, es como ir hasta la casa de una tía muy querida?





@borisfelipe68

No hay comentarios:

Publicar un comentario