¿Escribí antes que no me gusta viajar? Los aviones y aeropuertos, me resultan poco menos que una tortura. Pero algo que gozo como un niño pequeño son los hoteles. Me encanta que todo esté en su sitio, que nada sobre y que nada falte, para eso un buen hotel resulta casi perfecto. Cuando le dije a J que llegaría al Hotel Westin de Aruba, prácticamente gritó “las camas de ese hotel son lo máximo”. No tuve mucho tiempo para disfrutar de los colchones tan recomendados por J, al llegar apenas pasé unos minutos en mi habitación, lo justo para arreglarme e ir a cenar en el restaurante Windows on Aruba.
Una comida extraordinaria, un par de Aruba Ariba y una copa de un buen tinto chileno prepararon mi cuerpo para el sueño. Luego de repasar rápidamente la agenda de la próxima mañana bajé del carro de mi anfitriona y atravesé el lobby del Westin. Tomé el ascensor y pulsé mi piso. Cuando escuché “la voz inteligente” del elevador decir “sixteen floor” supe que entre las famosas camas y yo quedaban unos pocos metros. Entré a la habitación, guardé el cambio de ropa en el armario y me sumergí, no exagero, en el colchón. Apenas tres cosas registró mi memoria después de ser abrazado por las almohadas: recuerdo uno, debía levantarme temprano para tomar el desayuno en el hotel. Recuerdo dos, era imperativo aprovechar el “Ocean View” de la habitación para observar como el sol estalla sobre el mar en el amanecer arubiano. Recuerdo tres: en cada cuarto del Westin hay una dosificación de “coffee pods” de Starbucks y una cafetera a disposición y, por supuesto, ese café delicioso sería parte de mi despertar al día siguiente.
Levantarme de la cama fue difícil, pero debía hacerlo: el sol asomando por el balcón de la habitación y el olor de los pods de café me convencieron. Quedé prendado de esa vista desde mi habitación. Luego de unos treinta minutos enganchado con el azul del Caribe y dos tazas de café, estaba listo para la ducha y el desayuno en el Westin.
El desayuno en el Bon Bini Restaurant del hotel fue una experiencia, comer auténticos waffles con sirope, nueces, rayadura de coco fue como regresar a la infancia más feliz. El resto del grupo, Paula, Gustavo y Diego García, gerente de ventas del hotel, disfrutó de platos de frutas, omelets, bagels, quesos, fiambres, todo acompañados por generosas dosis de jugos de manzana, naranja, cramberries y café. La “primera comida” para la gente del Hotel Westin es algo serio, por eso incluyen en su menú el concepto de Super Foods, alimentos que ayudan a conservar nuestro peso y salud con muchos antioxidantes. No pude quedar más satisfecho, estaba listo para “dar una vuelta”, se me antojó comenzar por la playa, el rastro de caras felices y toallas playeras me indicaron el camino.
Al poner los pies sobre la arena mi reacción fue inmediata, quise pasar allí el resto de la mañana, disfrutando de ese sol de antes del mediodía, de ese aroma penetrante de sales y minerales marinos y, sobretodo, sabiendo que los empleados del hotel estaban allí para consentirme, si ese es el concepto del Westin, consentir, ya lo tenía perfectamente captado. Mientras disfrutaba de un jugo de frutas, sin moverme de mi tumbona, entendí que absolutamente todo estaba a la mano en la playa del hotel. Bebidas, alimentos y demás, se pueden disfrutar sin moverse ni un centímetro. Para completar ese gozo de la playa hay una oferta de servicios y entretenimiento para los huéspedes: deportes acuáticos, buceo, windsurf y paseos en el mar. Cerca de las doce del día, decidí levantarme, por fin, de la playa. Una ducha rápida para quitar el agua del mar, la arena y estaba listo para una sumergida en la enorme piscina del hotel. Antes de volver a mi habitación decidí entrar al gimnasio para verificar las máquinas disponibles, si seguía con esa rutina de buenas y profusas comidas y horas “tirado” en la playa iba a necesitar alguna rutina de ejercicios. El gimnasio del Westin era perfecto, abierto 24 horas, se puede usar tarde en la noche, solo utilizando la llave de la habitación.
En el ascensor camino a mi habitación, noté a una pareja cuya emoción por estar en el hotel era evidente. No pude contenerme y pregunté sobre su alegría. Vivian en Estados Unidos y eran fanáticos del ejercicio físico y las experiencias al aire libre. Por su paquete “all inclusive” del Westin prácticamente no necesitaban salir del lugar, además, estaban hospedados en una de las habitaciones cuya provisión incluye aparatos para ejercitar el cuerpo, sin necesidad de salir del cuarto, para ellos, un par de deportistas aficionados, era un verdadero paraíso.
Ya de vuelta en mi habitación recordé a la pareja del ascensor, sus caras de satisfacción, los diez restaurantes del hotel, el casino, el resto de los servicios y entendí que el Westin Hotel, era una parte importante de mis días en Aruba. Me quité las sandalias, preparé un poco de café y fui hasta el balcón a ver el atardecer. Desde mi pequeña terraza pude ver a los primeros huéspedes que se acomodaban en Azzul, el restaurante que cada tarde se “arma” en la orilla de la playa, solo para disfrutar de la puesta del sol. En un momento quienes se sentaban con una copa de vino blanco en Azzul, y yo, nos sincronizamos en la misma emoción, de nuevo, nos quedamos sin palabras, viendo como el día en Aruba cambiaba sus ropas y se vestía de noche.
@borisfelipe68
Amigo Boris: Maravillada con su detallada descripción. ¿Está seguro que estuvo en Aruba y no en el paraíso? He quedado con la boca abierta, emocionada y antojada después de leer esto. Cuando vaya al Hotel Westin tendré en cuenta su recomendación y la de J, y cuando YO este perdiéndome en la comodidad de esos colchones me acordaré de usted y luego, luego le contaré. Saludos, @ChinaCagona
ResponderEliminarAcabe de tener una imagen mental de ese maravilloso lugar!!!!! Será mi próximo destino!!!
ResponderEliminarQuiero una de esas camas del cieloooo